Lectura Juan 17:19/23
Texto: Juan 17:21
Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste
Los versículos
leídos, de todos es sabido, corresponden a una parte de esa oración que Nuestro
Señor Jesucristo elevo al Padre; y en ella nos descubre las interioridades de
su corazón a favor nuestro.
El propósito
de esta lectura, no es otro que resaltar esta gran verdad de la unión del
creyente con Cristo.
Ni que decir
tiene, que esta oración sale del alma de Cristo como algo que lleva grabado en
su corazón como propósito de Dios, y que trató de enseñar a sus discípulos; más
preocupados en ser ensalzados unos sobre otros queriendo evitar la Cruz y mal
entendiendo su misión y sus palabras.
Leer el
capítulo 14 de Juan, y hallareis el esfuerzo del Señor Jesús para darles a
conocer esta verdad: “En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí,
y yo en vosotros. “ Jn.14:20
Y fue “aquel día” el de Pentecostés, que
estos mismos discípulos pudieron conocer revelado en lo intimo de su ser, que
Cristo era “uno” con ellos en su propia vida interior. Desde entonces,
podemos decir que Cristo Jesús esta en el creyente y a la vez el creyente en El.
I.- NUESTRA UNIÓN CON CRISTO
Esta unión no
es nuestra, no de nosotros; es una verdad revelada, un inexplicable misterio de
todo un Dios que quiere y mora en el creyente por muy “niño en la fe” que sea.
Somos
protagonistas de una verdad efectuada en nosotros, por el propósito de Dios e
interés y voluntad de Cristo. “que también ellos sean uno en
nosotros”.
En 1ª. Co.
3:16, el apóstol Pablo nos revela lo que debemos saber a cerca de esta unión, ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el
Espíritu de Dios mora en vosotros?
El apóstol Pedro en su 2ª. Carta 1:4, nos dice: “somos participantes de la naturaleza divina”
Hermanos,
estamos manejando conceptos divinos que son realidades gloriosas manifestadas
en su Gracia en favor de nosotros. Somos
templo de Dios y morada del Espíritu Santo: “¿O
ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en
vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? ¿Estaremos viviendo ignorantes o inconscientes
de esta verdad y privilegio que tenemos? Dios
morando en nosotros, nos dice el apóstol Pablo. Pregunto: ¿somos nosotros
los que estamos con El, ó es El que está en nosotros? Y si esto es así, ¿no sería conveniente que revisáramos nuestras
vidas para saber quién se aleja de quién?
II. – EL CARÁCTER QUE IMPRIME ESTA
UNIÓN
Cuando más
plenamente los creyentes sepamos vivir y valorar en nosotros esta bendita
unión, más claramente entenderemos y apreciaremos por el mismo Espíritu, este
gran misterio y el carácter que imprime ó debe imprimir en nuestras vidas esta
gloriosa unión, como poseedores de ese tesoro que es Dios morando en nosotros y
darnos la potestad de ser hechos hijos de Dios.
De modo y manera, que lo que estamos descubriendo en las escrituras, no
es una novedad, sino una realidad de lo que ya ha sido efectuado en nosotros.
No se trata de opiniones ni de meros sentimientos ó emociones por muy fuertes
que estos sean; no se trata de algo que se debe sentir, sino de algo que somos y por consiguientes debemos
manifestar.
Somos hechos hijos de Dios somos engendrados y nacidos del
Espíritu Santo, somos hechos
participes de la naturaleza Divina, participantes de la vocación celestial: El
carácter de Dios es santo y por lo tanto, así debe ser todos los que somos “uno” en El; es el mismo Señor
Jesucristo el que nos revela que esta “unión”
(comunión) tiene su principio en la Santificación. Jn.17:19
III.- LA PRUEBA O MANIFESTACIÓN DE ESTA UNIÓN
Por lo que se desprende de lo considerado hasta ahora, el
creyente por obra gracia y espíritu de Dios, ha adquirido una nueva identidad y
carácter que se ha de manifestar en su andar, comportar, y hablar en este
Mundo.
La Palabra de
Dios revelada, nos descubre y pone ente nosotros ejemplos a seguir, para probar
ó manifestar de alguna manera el carácter e identidad que hemos adquirido al
haberle recibido.
En Lucas 6:45,
el Señor Jesús establece un principio, (real como la vida misma) “porque
de la abundancia del corazón habla la boca” y este principio fue el que
El mismo constantemente manifestó, veamos : “las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que
el Padre que mora en mí”…Jn.14:10
“Mi doctrina no es mía, sino de aquel
que me envió” Jn.7:16 “nada hago por
mí mismo, sino que según me enseño el Padre, así hablo”Jn.5:19-30
Eh aquí la
prueba ó la manifestación que el Señor nos dio, por la que su unidad con el
Padre podía ser reconocida. Exactamente como el árbol, que por su fruto se
puede reconocer.
Y mis queridos
hermanos y amigos, no habrá en nosotros prueba o manifestación de esta unión
con Cristo, a menos que tengamos los mismos gustos, mismo hablar y obrar, mismo
pensar, mismos propósito y mismos ideales; (Oh!, ¿acaso no tenemos la mente de
Cristo?) ¿No nos dice el apóstol que “somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”? Efe.2:10
Juan el
evangelista en su primera Epístola, está manifestando este mismo principio y
nos dice: “lo que hemos oído, lo que hemos visto, lo que hemos contemplado y nuestras manos han palpado; eso os anunciamos”
1ª.Jn.1:1-3 y 5, “este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos”.
Juan está
empleando los mismos términos que Cristo empleo, como prueba de la unión y
comunión con Cristo; comunicándonos sus mismas palabras y mandamientos, y nos
recuerda de alguna manera, la misma actitud en enseñanza de Cristo,
diciéndonos: “en esto sabemos que le hemos conocido, si guardamos sus mandamientos.”1ª.Jn.2:3“El
que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él.” 1ª.Jn.3:22-24
Con respecto a
esto, Nuestro Señor Jesucristo nos decía: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” Jn.14:15, “Si guardaréis mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los
mandamientos, de mi Padre, y permanezco en su amor.” Jn.15:10
IV. - NUESTRA ACTITUD RESPONSABLE
Hemos estando considerando el carácter que imprime en el creyente esta unión con Cristo y la prueba
ó manifestación, que caracteriza
esta unión ó comunión.
Ahora el apóstol Juan, en su 1ª. Epístola 2:4
y 6, nos está exhortando a una disposición de ánimo responsable, con el objeto
de cómo manifestar esta unión. “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus
mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él.” “El que dice que
permanece en él, debe andar como él anduvo.” Y en el versículo 7 dice: “que
no nos escribió mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis
tenido desde el principio;” y
al que sea hecho referencia.
Bien, lo
primero que debemos tener en cuenta aquí, es que no se trata de una actitud que
Dios toma por nosotros, sino todo lo contrario. “El que dice…. debe tomar esta actitud como el carácter
real y verdadero de un creyente que quiere manifestar la vivencia de Cristo en
su corazón, por cuanto es templo de Dios en espíritu.
“El
que dice que está en El, debe andar.” Es una actitud por la
cual el creyente, que dice,
está obligado a manifestar, no por ley natural, sino por ley divina;
como también en Hbr.12:13/14, ·haced sendas derechas para vuestros pies,
para que lo cojo no se salga del camino”….”Seguid la paz con todos, y la
santidad, sin la cual nadie vera al Señor.” El apóstol Juan, ha puesto delante de nosotros
las señas de la identidad é identificación con Cristo, y apela a la realidad de
unos frutos visibles y vitales, que han de ser la manifestación de CARÁCTER
o modo de SER de todo
creyente.
No valen aquí,
los sentimientos ó emociones que siempre son íntimos y subjetivos; sino todo lo
contrario, aquí se apela a la actitud que debe tomar el creyente, puesto que se
trata como consecuencia de haberle conocido: “de guardar,” “de estar,” “de
hacer,” “de agradar,” “de andar” y
“testificar;” como prueba
evidente de nuestra verdadera identidad divina.
Mis queridos
hermanos, hemos estando considerando conceptos divinos revelados a nosotros los
creyentes, que por nuestro nacer de nuevo en santificación del Espíritu, hemos
adquirido una nueva dignidad de SER
hechos hijos de Dios y participantes de la naturaleza divina, según el puro
afecto de su voluntad.
Hemos visto en
las palabras de nuestro Señor Jesucristo, como nos revela la prueba evidente de
su unión con el Padre cuando leíamos: “Yo lo que a él agrada hago siempre” y “las
palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo”
Se ha estado
considerando, como esos mismos principios revelados por Cristo, fueron los de
los apóstoles según, 1ª.Jn.1:1, y que estos mismos principios han de ser los
nuestros también, como prueba evidente de nuestra unión con Cristo.
Quiera el
Señor, que estas verdades reveladas a nosotros, sirvan para concienciarnos del
tamaño privilegio que tenemos y podamos experimentar, con verdadera vivencia y
convicción, que somos morada de Dios en Espíritu; y que no hemos de esperar a
que él venga a nosotros, sino a realizar en nuestra vida la gran verdad, de ser
morada y experimentar con verdadera realidad la gran verdad de: “Yo
estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo.” Ma. 28:20
V. – EL PROPÓSITO POR EL CUAL
ORÓ CRISTO
“Para que el mundo crea que tú me enviaste.
“
Es el mismo
Señor Jesucristo que oraba, “por los que habían de creer
en El, por la palabra nuestra” y relaciona o condiciona, la
manifestación de nuestra unión y comunión con él; con el objeto y propósito
divino, de que el mundo crea en él y por él sea salvo.
Y en la
proporción que el Espíritu Santo penetre y llene, (aun más si cabe) el corazón
de cada uno de nosotros y manifestemos la vida que hay escondida en nosotros;
sin duda alguna, que esto tendrá un efecto en las gentes del mundo más que
muchas predicaciones. ¿Oh no es esto lo que quiso decir el apóstol Pablo: ? “Vosotros sois epístolas leídas para las
gentes.” 2ª.Cor. 3:2/3 ¡No era esto mismo lo que las gentes decían y
conocían de los apóstoles cuando expresaban que les “reconocían que habían estado con
Jesús.! Hch.4:13
Y el resultado
de esta unión y comunión no ha de ser otro que este, “Para que el mundo crea que Dios
ha enviado a su Hijo a fin de que el mundo
sea salvo por El.” El objeto principal de la encarnación del Verbo
Divino, no es otro que el obrar la redención del hombre, y esta se realizó en
la cruz del Calvario; y nuestra responsabilidad, actitud y mandato es el “anunciar
las virtudes de aquel que nos llamo;” 1ª.Pd.2:9 Pronunciando sus
palabras, anunciando su doctrina, su pensar y su propósito eternal de gloria
para el hombre: Guardando amando y haciendo que amen y guarden sus mandamientos
a fin de que los hombres nos “tengan por ministros de Cristo, y
dispensadores de los misterios de Dios.” 1ª.Co.4:1/2 –Lectura en Efesios, 3:16/21
V.
Ibáñez
vicenteibanezsaes@hotmail.com.