¿QUE, PUES, HARÉ CON JESÚS, LLAMADO EL CRISTO?
Lectura Mateo 27: 1 al 26
Texto. Mateo 27:22
Pilato les
dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?
La lectura de
este capítulo, presenta los acontecimientos transcendentales del juicio de
nuestro Señor Jesucristo.
Poncio Pilato,
el gobernador romano, había sido sorprendido por la mañana temprano, por la
visita de los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo, que traían
maniatado a Jesús.
El evangelista
Juan relata como éste, salió del pretorio porque los principales de los
sacerdotes no querían entrar para no contaminarse y les preguntó: ¿Qué
acusación traéis contra este hombre? respondieron, que era malhechor; mandoles
pues, lo tomasen y que le juzgasen ellos conforme a su ley; la contestación fue
“a nosotros no nos es licito matar a
nadie.” (Jn.18:31) Así supo Pilato
que la acusación contra Jesús, era grave y que ellos ya lo habían juzgado de
antemano, pronunciando su sentencia de muerte.
Desde ese
momento traba conversación a solas con Jesús, y el resultado es que no hallo
causa alguna de crimen. Por tres veces nos dice la escritura, que proclamó la
inocencia de Jesús; pero como los principales de los judíos porfiaban él, intentó
eludir toda responsabilidad y al saber que Jesús era Galileo, lo envío a
Herodes, pero este sin hallar ningún crimen, lo remitió a Pilato.
Por las
conversaciones con los que acusaban a Jesús, supo que por envidia lo habían
entregado; entonces les propuso de acuerdo con sus costumbre de soltar a un
preso famoso en la fiesta de la pascua, con tal de distraer la atención que
habían fijado en Cristo, pero fue en vano su intento.
Sentado ya en
la silla tribunal, su esposa le envío aviso diciéndole, que no tuviera nada que
ver con aquel justo, pues había padecido mucho aquella noche en sueños por
causa de él. Este momento fue aprovechado por los acusadores de Jesús, para
mezclarse con la muchedumbre y persuadirla a que soltasen a Barrabás, y a Jesús
crucificasen.
¿Qué, pues, haré con Jesús, llamado el
Cristo?
He aquí una
pregunta, que más parece un descargo a su gran responsabilidad. Sobradamente
sabía lo que debía hacer si seguía los principios de la justicia; pero por otra
parte se sintió que estaba atado por la impopularidad en que incurrió por su
mala conducta en su gobierno.
Pilato habíase
hecho muy odioso a los judíos ofendiendo y menospreciando sus más profundos
sentimientos nacionales y religiosos; pues según mencionan los historiadores:
Cambio su ejército de Cesárea a Jerusalén para invernar allí e hizo meter en la
noche unos estandartes que traían bustos de Cesar; esto era contrario a la Ley
religiosa de los judíos.
Multitud del
pueblo, estuvieron por espacio de cinco días rogando incesantemente que estas
imágenes fuesen quitadas de Jerusalén. Al sexto día Pilato introdujo soldados
haciendo que matasen atrozmente a muchos de la multitud que protestaban por
aquella transgresión de la Ley.
También uso el
tesoro del Templo para construir un acueducto; el pueblo se reunió en rededor
de su tribunal, denunciando el hecho, pero otra vez mezclo soldados que
apalearon bárbaramente a muchos mientras otros eran atropellados mortalmente.
Según leemos
en el evangelio de San Lucas. 13:1, el mismo Señor Jesús, habla sobre el hecho,
cuando Pilato mató a ciertos galileos mientras ofrecían sacrificios en el
Templo, de modo que su sangre se mezcló con la sangre de sus sacrificios; lo
cual era para los Judíos una combinación horrible de crueldad y profanación.
También se
habla de los asesinatos que cometió sin previo juicio. Lo cierto es que Pilato
se vio aprisionado por sus propios actos malos. En esto vemos mi querido
lector, como un pecado trae muchas veces como consecuencia, la necesidad
evidente de cometer otro pecado; por supuesto Pilato tenía ya su convicción
formada, sabía lo que debía hacer, sabía de sobra que uno de los caminos era el
verdadero, pero rehusó seguirlo conscientemente; inmolo la justicia a sabiendas
y pisoteo lo más sagrado de la conciencia, tenía su convencimiento con respecto
al Cristo; no obstante pisoteo la justicia y sus propias convicciones.
Pilato era
consciente y sabia de Jesús, que los principales de los sacerdotes y los ancianos,
no podían apresar a Jesús sin su autorización como gobernador que era: Que el
juicio de Cristo, celebrado por los judíos era ilegal, puesto que según las
leyes de ellos, no permitía a ninguno miembro del Sanedrín reunirse de noche, y
ellos prendieron y juzgaron a Jesús por la noche. Pilato mismo se había
percatado, que por envidia lo habían entregado; que era inocente, tanto él como
Herodes, no hallaron culpa alguna de muerte; su propia esposa le llamo justo y
él mismo lo proclama ante la multitud, en el acto de lavarse las manos.(Mat.27:24)
Lo entregó en
contra de las leyes de Roma; lo entregó por miedo. (Jn.19:8) ¡Y aun pregunta ¡ ¿Qué, pues, haré, con Jesús llamado el
Cristo? Sea crucificado grito la muchedumbre y acepto la respuesta y ordeno
la crucifixión.
¡Si al menos
hubiera sido noble cargando con su responsabilidad,! pero no, quiso lavarse las
manos ante el pueblo. ¡Que ridículo e infeliz, lavarse las manos! Para qué, si no podía lavar de su alma y su
conciencia tan terrible pecado de rechazamiento.
Amigo y
paciente lector, el que es verdaderamente responsable de alguna decisión, no
puede trasladar la responsabilidad a otros, aunque estos voluntariamente la
acepten, (Mt.27:25) cada cual pagara por su pecado.
Con todo esto,
nadie era más consciente de lo que se avecinaba que el mismo Señor Jesús: La
crucifixión era la meta de su carrera terrenal, el objeto mismo de su
encarnación; y Cristo lo sabía, porque él vino a poner su vida en propiciación
por nuestros pecados. En Mateo 20:28 Cristo dijo: El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su
vida en rescate por muchos” Días antes de su prendimiento dijo: “De cierto, de cierto os digo, que si el
grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; más si muere mucho
fruto lleva”(Jn.12:24)
Era necesaria
la redención, por cuanto todos los hombres habíamos pecado y estábamos
destituidos de la gloria de Dios. (Rom.3:23)
Cristo sabía que no había ni siquiera un justo que buscase a Dios y por
consiguiente estábamos muertos en nuestros delitos y pecados.
El sabía que
tu propia incredulidad y la mía, nos había alejado de los caminos de Dios,
prefiriendo nuestros propios caminos y siguiendo las inclinaciones de un
corazón influenciado por el pecado; que nada podíamos ofrecer a Dios, ni a su
justicia; porque todo lo nuestro está manchado por el pecado, que éramos unos
inútiles; porque ni por nuestras propias obras, ni por la ley podíamos ser
justificados ante Dios su Padre; que estábamos irremisiblemente perdidos, como
la oveja de su parábola y al igual que el hijo prodigo.
Cristo sabia
de tu triste situación y de la mía, y decide aceptar voluntariamente el
sacrificio cual cordero de Dios, para quitar (borrar) con su sangre, mi pecado y el tuyo; y todo esto sabía Cristo
de ti y de mí, y su firme decisión fue nuestro rescate de las consecuencias del
pecado y de la muerte. ¡Cuán diferente
la decisión de Jesús, a la de Pilato!
Hemos
considerado la decisión de Pilato, que a todas luces fue en contra de la
realidad de los hechos, contra su conciencia y débil voluntad. La decisión de Cristo sin embargo fue firme,
resuelta y conforme a su propósito y fin determinado: En distintas ocasiones
anunció a sus discípulos; “que le era
necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales
sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día” (Mat.16:21)
Por más de dos
años había evitado prudentemente excitar la hostilidad de sus enemigos; pero no
había por qué aplazar por más tiempo la colisión inevitable; El había acabado
su obra de enseñar, como legado del Padre; su vida humilde llena de virtudes
divinas, haciendo bien a todos, llegaba a su fin. Había manifestado el nombre
de Dios a los hombres, había declarado el propósito de su venida y nos revela
la escritura que, “como se cumplió el
tiempo en que había de ser recibido arriba, afirmo su rostro para ir a
Jerusalén.” (Luc.9:51)
¡Bendita decisión la de Cristo! Ya en
Jerusalén, a las puertas del trágico suceso declara: “Ahora esta turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora?
Mas para esto he llegado a esta hora.”(Jn.12:27)
Llegada la
noche en que había de ser entregado, parte con sus discípulos hacia el huerto
de Getsemaní, aquí su alma llega a una agonía indescriptible: Toda su
naturaleza humana se resiste abrumada por el enorme peso moral y espiritual que
sobre él está recayendo, ya sus poros destilan sudor mezclado con sangre que cae
hasta tierra; sus labios claman: “Padre
mío, si es posible pase de mí este vaso, empero no se haga mi voluntad sino la
tuya.” (Lc.22:42) Pero su decisión, es la voluntad del Padre en perfecta
obediencia a los planes redentores de Dios.
Queridos
todos, fue su decisión tanto como su muerte lo que obró nuestra redención: La
respuesta a la pregunta de Pilato, Cristo la sabia, era la cruz y Cristo fue a
su encuentro con firme decisión, sabiendo que de ella dependía tu salvación y
la mía.
La inocencia
del Señor Jesús declarada por Pilato, era base fundamental de la perfección de
su sacrificio. “Santo, inocente,
limpio, justo, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los
cielos.”(Hbr.7:26)
Cristo Jesús,
no solo fue crucificado, muerto y sepultado, sino que al tercer día resucitó,
para justificar todo cuanto en la tierra hizo y dijo; y para justificar a todo
aquel que en él cree. Su resurrección fue la garantía que necesitábamos para
saber que Dios su Padre, aceptaba aquel sacrificio en lugar del nuestro.
Ahora pues,
todo aquel que en él cree, depositando toda su confianza y fe, aceptándole como
a su substituto y como a su salvador personal; Cristo mediante su resurrección
le justifica delante de Dios.
Mi querido
amigo, permíteme que te diga, que tu eres consciente también de todos los
acontecimientos de la vida de nuestro Señor Jesucristo; desde su nacimiento, su vida, su crucifixión,
muerte, resurrección y ascensión a los cielos; todos y cada uno de estos
acontecimientos te son conocidos y de alguna manera los conmemoras.
El testimonio
de la Historia de la humanidad y de cuantos escritos se han realizados en torno
a la persona de Cristo, te han presentado su excelsa figura como un producto
que no ha podido producir una raza caída como la nuestra; sino la obra misma de
Dios por su Espíritu, manifestándonos bien a las claras, que no podemos alegar
ignorancia alguna.
Nuestro Señor
Jesucristo, a través de su vida, sus obras y milagros, nos ha dejado bien
patente que su procedencia es divina; sus propios contemporáneos dijeron de él;
este no podía hacer las cosas que realiza, si
no fuera Dios con él. (Jn.3:2)
Pero mi
querido amigo y paciente lector, tu sabes que por el testimonio de un juez
injusto como Pilato, Cristo era inocente
y justo; tú sabes que Cristo fue condenado por envidia y que si hoy estuviera
entre nosotros, volvería a ser crucificado a causa de nuestro pecado y de
tantos intereses creados como en el caso de Pilato; que él es el buen pastor
que da su vida por las ovejas y que aquellos que oyen su voz y le siguen, él
les da vida eterna: (Jn.1011-28) Vino a buscar y a salvas al hombre que estaba
perdido a causa de sus pecados. (Mt.18:11) Sabes que en la cruz pidió a su
Padre el perdón para los que le crucificaban; que el mismo Centurión, y los que
estaban con él al pie de la cruz dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios.
(Mt.27:54)
De cuantos
hechos ocurridos en su vida, pasión, muerte y resurrección, estas persuadido
que son ciertos, que la misma Historia corrobora los hechos, mencionando
lugares y fechas de todos los acontecimientos.
Amigo tú lo sabes y eres consciente, puesto que de cuando en cuando,
piensas en su excelsa persona y en cuan injustos e indecisos somos con él, tú
lo sabes; ¿te mostraras indiferente, lavándote las manos?
Paciente
lector; hemos estado considerando todo aquello que sabía Pilato de Jesús y de
la deshonrosa y cobarde decisión de Pilato; así mismo hemos considerado todo y
cuanto sabía el Señor Jesús de todos nosotros y su firme decisión de su entrega
a favor nuestro; y que tú, como yo, somos conscientes de todo ello. Ten en
cuenta que la pregunta de Pilato: ¿Qué,
pues, haré de Jesús llamado el Cristo? no nos excluye de una respuesta:
Esta pregunta amigo, exige más que una respuesta de labios, una decisión
concreta del alma.
Todos sabemos
lo que deberíamos hacer; en lo que realmente nos diferencia, es en lo que
hacemos o dejamos de hacer: ¿Hasta cuando defenderán los hombres el deshonor y
el pecado, y crucificaran la pureza, la nobleza, la verdad y la justicia? ¿Hasta cuándo gritara el Mundo,( y cada
uno de nosotros) suelta a Barrabas…..o sea, el dinero, los egoísmos, los
placeres, las ganancias personales deshonestas, nuestros propios caminos y
pensamientos, y .. Crucificara a Cristo.?
No se trata de
recriminar o condenar la actitud, frente al Cristo de Dios de Pilato, tal como
entonces; se trata de tu propia decisión. ¡Cuidado! Cual sea la tuya, no sea
que condenando a Pilato, te condenes a ti mismo.
V. Ibáñez
Comentario a : vicenteibanezsaez@hotmail.com
Un himno dice
así: Oh, ¿qué vas hacer del Cristo?
Te
invita, oh pecador,
Que
dejes a sus plantas
Tu
carga de dolor:
La vida está en la pregunta
Y gozo en la eternidad;
Pues, ¿qué vas a hacer del Cristo?
Oh, ¿cómo contestarás?