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sábado, 5 de abril de 2014

¿QUE, PUES, HARÉ CON JESÚS, LLAMADO EL CRISTO?

¿QUE, PUES, HARÉ CON JESÚS, LLAMADO EL CRISTO?
                            Lectura Mateo 27: 1 al 26
                                   Texto. Mateo 27:22
      Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?          
                         
      La lectura de este capítulo, presenta los acontecimientos transcendentales del juicio de nuestro Señor Jesucristo.                       
      Poncio Pilato, el gobernador romano, había sido sorprendido por la mañana temprano, por la visita de los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo, que traían maniatado a Jesús.
      El evangelista Juan relata como éste, salió del pretorio porque los principales de los sacerdotes no querían entrar para no contaminarse y les preguntó: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? respondieron, que era malhechor; mandoles pues, lo tomasen y que le juzgasen ellos conforme a su ley; la contestación fue “a nosotros no nos es licito matar a nadie.” (Jn.18:31)  Así supo Pilato que la acusación contra Jesús, era grave y que ellos ya lo habían juzgado de antemano, pronunciando su sentencia de muerte.
      Desde ese momento traba conversación a solas con Jesús, y el resultado es que no hallo causa alguna de crimen. Por tres veces nos dice la escritura, que proclamó la inocencia de Jesús; pero como los principales de los judíos porfiaban él, intentó eludir toda responsabilidad y al saber que Jesús era Galileo, lo envío a Herodes, pero este sin hallar ningún crimen, lo remitió a Pilato.
      Por las conversaciones con los que acusaban a Jesús, supo que por envidia lo habían entregado; entonces les propuso de acuerdo con sus costumbre de soltar a un preso famoso en la fiesta de la pascua, con tal de distraer la atención que habían fijado en Cristo, pero fue en vano su intento.
      Sentado ya en la silla tribunal, su esposa le envío aviso diciéndole, que no tuviera nada que ver con aquel justo, pues había padecido mucho aquella noche en sueños por causa de él. Este momento fue aprovechado por los acusadores de Jesús, para mezclarse con la muchedumbre y persuadirla a que soltasen a Barrabás, y a Jesús crucificasen.
      ¿Qué, pues, haré con Jesús, llamado el Cristo?     
      He aquí una pregunta, que más parece un descargo a su gran responsabilidad. Sobradamente sabía lo que debía hacer si seguía los principios de la justicia; pero por otra parte se sintió que estaba atado por la impopularidad en que incurrió por su mala conducta en su gobierno.  
      Pilato habíase hecho muy odioso a los judíos ofendiendo y menospreciando sus más profundos sentimientos nacionales y religiosos; pues según mencionan los historiadores: Cambio su ejército de Cesárea a Jerusalén para invernar allí e hizo meter en la noche unos estandartes que traían bustos de Cesar; esto era contrario a la Ley religiosa de los judíos.
      Multitud del pueblo, estuvieron por espacio de cinco días rogando incesantemente que estas imágenes fuesen quitadas de Jerusalén. Al sexto día Pilato introdujo soldados haciendo que matasen atrozmente a muchos de la multitud que protestaban por aquella transgresión de la Ley.
      También uso el tesoro del Templo para construir un acueducto; el pueblo se reunió en rededor de su tribunal, denunciando el hecho, pero otra vez mezclo soldados que apalearon bárbaramente a muchos mientras otros eran atropellados mortalmente.
      Según leemos en el evangelio de San Lucas. 13:1, el mismo Señor Jesús, habla sobre el hecho, cuando Pilato mató a ciertos galileos mientras ofrecían sacrificios en el Templo, de modo que su sangre se mezcló con la sangre de sus sacrificios; lo cual era para los Judíos una combinación horrible de crueldad y profanación.
      También se habla de los asesinatos que cometió sin previo juicio. Lo cierto es que Pilato se vio aprisionado por sus propios actos malos. En esto vemos mi querido lector, como un pecado trae muchas veces como consecuencia, la necesidad evidente de cometer otro pecado; por supuesto Pilato tenía ya su convicción formada, sabía lo que debía hacer, sabía de sobra que uno de los caminos era el verdadero, pero rehusó seguirlo conscientemente; inmolo la justicia a sabiendas y pisoteo lo más sagrado de la conciencia, tenía su convencimiento con respecto al Cristo; no obstante pisoteo la justicia y sus propias convicciones.
      Pilato era consciente y sabia de Jesús, que los principales de los sacerdotes y los ancianos, no podían apresar a Jesús sin su autorización como gobernador que era: Que el juicio de Cristo, celebrado por los judíos era ilegal, puesto que según las leyes de ellos, no permitía a ninguno miembro del Sanedrín reunirse de noche, y ellos prendieron y juzgaron a Jesús por la noche. Pilato mismo se había percatado, que por envidia lo habían entregado; que era inocente, tanto él como Herodes, no hallaron culpa alguna de muerte; su propia esposa le llamo justo y él mismo lo proclama ante la multitud, en el acto de lavarse las manos.(Mat.27:24)
      Lo entregó en contra de las leyes de Roma; lo entregó por miedo. (Jn.19:8) ¡Y aun pregunta ¡ ¿Qué, pues, haré, con Jesús llamado el Cristo? Sea crucificado grito la muchedumbre y acepto la respuesta y ordeno la crucifixión.
      ¡Si al menos hubiera sido noble cargando con su responsabilidad,! pero no, quiso lavarse las manos ante el pueblo. ¡Que ridículo e infeliz, lavarse las manos!  Para qué, si no podía lavar de su alma y su conciencia tan terrible pecado de rechazamiento.
      Amigo y paciente lector, el que es verdaderamente responsable de alguna decisión, no puede trasladar la responsabilidad a otros, aunque estos voluntariamente la acepten, (Mt.27:25) cada cual pagara por su pecado.
      Con todo esto, nadie era más consciente de lo que se avecinaba que el mismo Señor Jesús: La crucifixión era la meta de su carrera terrenal, el objeto mismo de su encarnación; y Cristo lo sabía, porque él vino a poner su vida en propiciación por nuestros pecados. En Mateo 20:28 Cristo dijo: El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” Días antes de su prendimiento dijo: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; más si muere mucho fruto lleva”(Jn.12:24)
      Era necesaria la redención, por cuanto todos los hombres habíamos pecado y estábamos destituidos de la gloria de Dios. (Rom.3:23)  Cristo sabía que no había ni siquiera un justo que buscase a Dios y por consiguiente estábamos muertos en nuestros delitos y pecados.
      El sabía que tu propia incredulidad y la mía, nos había alejado de los caminos de Dios, prefiriendo nuestros propios caminos y siguiendo las inclinaciones de un corazón influenciado por el pecado; que nada podíamos ofrecer a Dios, ni a su justicia; porque todo lo nuestro está manchado por el pecado, que éramos unos inútiles; porque ni por nuestras propias obras, ni por la ley podíamos ser justificados ante Dios su Padre; que estábamos irremisiblemente perdidos, como la oveja de su parábola y al igual que el hijo prodigo.
      Cristo sabia de tu triste situación y de la mía, y decide aceptar voluntariamente el sacrificio cual cordero de Dios, para quitar (borrar) con su sangre,  mi pecado y el tuyo; y todo esto sabía Cristo de ti y de mí, y su firme decisión fue nuestro rescate de las consecuencias del pecado y de la muerte.  ¡Cuán diferente la decisión de Jesús, a la de Pilato!
      Hemos considerado la decisión de Pilato, que a todas luces fue en contra de la realidad de los hechos, contra su conciencia y débil voluntad.   La decisión de Cristo sin embargo fue firme, resuelta y conforme a su propósito y fin determinado: En distintas ocasiones anunció a sus discípulos; “que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día” (Mat.16:21)
      Por más de dos años había evitado prudentemente excitar la hostilidad de sus enemigos; pero no había por qué aplazar por más tiempo la colisión inevitable; El había acabado su obra de enseñar, como legado del Padre; su vida humilde llena de virtudes divinas, haciendo bien a todos, llegaba a su fin. Había manifestado el nombre de Dios a los hombres, había declarado el propósito de su venida y nos revela la escritura que, “como se cumplió el tiempo en que había de ser recibido arriba, afirmo su rostro para ir a Jerusalén.” (Luc.9:51)
    ¡Bendita decisión la de Cristo! Ya en Jerusalén, a las puertas del trágico suceso declara: “Ahora esta turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora.”(Jn.12:27)
      Llegada la noche en que había de ser entregado, parte con sus discípulos hacia el huerto de Getsemaní, aquí su alma llega a una agonía indescriptible: Toda su naturaleza humana se resiste abrumada por el enorme peso moral y espiritual que sobre él está recayendo, ya sus poros destilan sudor mezclado con sangre que cae hasta tierra; sus labios claman: “Padre mío, si es posible pase de mí este vaso, empero no se haga mi voluntad sino la tuya.” (Lc.22:42) Pero su decisión, es la voluntad del Padre en perfecta obediencia a los planes redentores de Dios.
      Queridos todos, fue su decisión tanto como su muerte lo que obró nuestra redención: La respuesta a la pregunta de Pilato, Cristo la sabia, era la cruz y Cristo fue a su encuentro con firme decisión, sabiendo que de ella dependía tu salvación y la mía.
      La inocencia del Señor Jesús declarada por Pilato, era base fundamental de la perfección de su sacrificio. “Santo, inocente, limpio, justo, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los cielos.”(Hbr.7:26)
      Cristo Jesús, no solo fue crucificado, muerto y sepultado, sino que al tercer día resucitó, para justificar todo cuanto en la tierra hizo y dijo; y para justificar a todo aquel que en él cree. Su resurrección fue la garantía que necesitábamos para saber que Dios su Padre, aceptaba aquel sacrificio en lugar del nuestro.
      Ahora pues, todo aquel que en él cree, depositando toda su confianza y fe, aceptándole como a su substituto y como a su salvador personal; Cristo mediante su resurrección le justifica delante de Dios.
      Mi querido amigo, permíteme que te diga, que tu eres consciente también de todos los acontecimientos de la vida de nuestro Señor Jesucristo;  desde su nacimiento, su vida, su crucifixión, muerte, resurrección y ascensión a los cielos; todos y cada uno de estos acontecimientos te son conocidos y de alguna manera los conmemoras.
      El testimonio de la Historia de la humanidad y de cuantos escritos se han realizados en torno a la persona de Cristo, te han presentado su excelsa figura como un producto que no ha podido producir una raza caída como la nuestra; sino la obra misma de Dios por su Espíritu, manifestándonos bien a las claras, que no podemos alegar ignorancia alguna.
      Nuestro Señor Jesucristo, a través de su vida, sus obras y milagros, nos ha dejado bien patente que su procedencia es divina; sus propios contemporáneos dijeron de él;  este no podía hacer las cosas que realiza, si no fuera Dios con él. (Jn.3:2)
      Pero mi querido amigo y paciente lector, tu sabes que por el testimonio de un juez injusto como Pilato,  Cristo era inocente y justo; tú sabes que Cristo fue condenado por envidia y que si hoy estuviera entre nosotros, volvería a ser crucificado a causa de nuestro pecado y de tantos intereses creados como en el caso de Pilato; que él es el buen pastor que da su vida por las ovejas y que aquellos que oyen su voz y le siguen, él les da vida eterna: (Jn.1011-28) Vino a buscar y a salvas al hombre que estaba perdido a causa de sus pecados. (Mt.18:11) Sabes que en la cruz pidió a su Padre el perdón para los que le crucificaban; que el mismo Centurión, y los que estaban con él al pie de la cruz dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios. (Mt.27:54)
      De cuantos hechos ocurridos en su vida, pasión, muerte y resurrección, estas persuadido que son ciertos, que la misma Historia corrobora los hechos, mencionando lugares y fechas de todos los acontecimientos.  Amigo tú lo sabes y eres consciente, puesto que de cuando en cuando, piensas en su excelsa persona y en cuan injustos e indecisos somos con él, tú lo sabes; ¿te mostraras indiferente, lavándote las manos?
      Paciente lector; hemos estado considerando todo aquello que sabía Pilato de Jesús y de la deshonrosa y cobarde decisión de Pilato; así mismo hemos considerado todo y cuanto sabía el Señor Jesús de todos nosotros y su firme decisión de su entrega a favor nuestro; y que tú, como yo, somos conscientes de todo ello. Ten en cuenta que la pregunta de Pilato: ¿Qué, pues, haré de Jesús llamado el Cristo? no nos excluye de una respuesta: Esta pregunta amigo, exige más que una respuesta de labios, una decisión concreta del alma.
      Todos sabemos lo que deberíamos hacer; en lo que realmente nos diferencia, es en lo que hacemos o dejamos de hacer: ¿Hasta cuando defenderán los hombres el deshonor y el pecado, y crucificaran la pureza, la nobleza, la verdad y la justicia? ¿Hasta cuándo gritara el Mundo,( y cada uno de nosotros) suelta a Barrabas…..o sea, el dinero, los egoísmos, los placeres, las ganancias personales deshonestas, nuestros propios caminos y pensamientos, y ..  Crucificara a Cristo.?
      No se trata de recriminar o condenar la actitud, frente al Cristo de Dios de Pilato, tal como entonces; se trata de tu propia decisión. ¡Cuidado! Cual sea la tuya, no sea que condenando a Pilato, te condenes a ti mismo.
                                                                   V. Ibáñez                                      
Comentario a :                                                                                      vicenteibanezsaez@hotmail.com    
      Un himno dice así:   Oh, ¿qué vas hacer del Cristo?
                                                Te invita, oh pecador,
                                                Que dejes a sus plantas      
                                                Tu carga de dolor:
                                         La vida está en la pregunta
                                                 Y gozo en la eternidad;
                                         Pues, ¿qué vas a hacer del Cristo?
                                             Oh, ¿cómo contestarás?