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lunes, 5 de enero de 2015

YO TE HE PUESTO POR ATALAYA


                        YO TE HE PUESTO POR ATALAYA
                   “como corderos en medio de lobos“    Luc.10:3
                                   Lectura Ezequiel 3:16/21
                                   Texto: Ezequiel. Cap. 3:17
          Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de   Israel; Oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de  mi parte.
 
            La figura del profeta Ezequiel es muy significativa, y me recuerda el mismo escenario y condición que encontramos en los evangelios, cuando el Señor Jesús, enviando a sus discípulos a divulgar el evangelio del reino de los cielos; les dijo: “os envío como corderos en medio de lobos” (Luc.10:3- Mt.10:16)
            Todo nuestro conocimiento sobre la persona del profeta, la hallamos en la narración de sus escritos, sin más trascendencia. Por estos mismos, sabemos que fue deportado por Nabucodonosor, juntamente con su rey Joaquín, y que al quinto año de la deportación y a los cinco días del mes, fue llamado por Jehová el Señor a una misión muy problemática.
            Su ministerio estaba dirigido a los cautivos en Babilonia;  como dice en Cap.2:4 “hijos de duro rostro y de empedernido corazón: y les dirás; Así ha dicho Jehová el Señor.”   Estimulándole a no tener temor ante lo que el Señor le advierte de encontrarse entre “zarzas y espinos, y moras con escorpiones. Cap. 2:6   Tal era el escenario y las condiciones en las cuales debería ejercer su ministerio como Atalaya de Israel.
            El profeta fue puesto por Dios,  a la casa de Israel, para que llevara un mensaje de restauración, siempre sobre la base de lo que Jehová el Señor ha dicho; él no tenía un mensaje propio, sino que Jehová el Señor le comunicaba, lo que tenía que decir, anunciar,  advertir y amonestar para que se conviertan de su mal camino y vivieran. Es un fiel reflejo de la importancia y responsabilidad que tienen los obreros llamados a servir a su Señor, en medio de un mundo o sociedad que se inclina más a ser seducido por los placeres o disfrutes temporales.
            La misión a la que fue llamado por el Señor, tiene su trascendencia, por ser divina;  yo te he puesto”  y en nuestro orden o esfera evangélica la orden es;  “Yo os envío… en medio”. Lo cual significa que el mensajero se ha de implicar en los problemas de su generación, con plena resolución y convicción, anunciando y denunciando, lo que Dios ha dicho.
            Y esto mis queridos colegas, implica una gran responsabilidad, porque si bien Ezequiel tuvo su revelación de Dios; nosotros todos, por su gracia, tenemos una completísima revelación  en su palabra escrita, es decir La Biblia, que contiene toda la revelación, mensaje y consejo de Dios para todo hombre o mujer, que en circunstancias de incredulidad, quiera ser rescatado y restaurado en el amor de aquel que murió por todos.
            El profeta no fue elegido para juzgar, sino para predicar los juicios de Jehová el Señor  contra toda iniquidad e incredulidad, y lo tenía que hacer, a tiempo y fuera  de tiempo; escuchen o dejen de escuchar, porque la amonestación es de mi parte, dice el señor.
            El ministerio a ejercer por el profeta refleja unas verdades importantes para los obreros y predicadores cristianos de nuestro tiempo. No fueron mejores ni peores las circunstancias en las que el mensaje de Dios se debía y se debe dar: puesto que hoy día el hombre y la mujer,  están tan alejados del culto a Dios como lo estuvieron los contemporáneos del profeta y es de suma urgencia que el mensaje único y exclusivo de nuestro Dios, sea proclamado, con vehemencia y plena convicción, por ser el poder de Dios, para la salvación de todo aquel que en él cree.
            No tuvo Ezequiel mayor privilegio en su tiempo, por haberle hablado Jehová el Señor y haberle puesto por mensajero de su palabra a su pueblo; por tanto, es vital que los predicadores de nuestro tiempo, experimentaran y vivieran también esta realidad: Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. (1ª Cort.2:12/13)  Esto mis queridos hermanos de ministerio, implica mucha atención a las cosas reveladas y afinar bien el oído en una constante comunión, para discernir lo que proviene de Dios y no de los hombres.
            Oirás pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestaras de mi parte. No cabe duda alguna, que este mandato entraña una grande responsabilidad; de ella depende la conversión y salvación del individuo, o la condenación y muerte por su maldad e incredulidad; pero tú habrás librado tu alma; por lo contrario, de no hacerlo así, se nos demandara culpabilidad. Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!  (1ª.Cort.9:16)
            Ninguno como el apóstol Pablo, nos ha dejado tan claro, nuestra responsabilidad, al declararnos que: Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (2ª Cort.5:19/20.
                         Porque no quiero la muerte del que muere,
                        Dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis.       
                                    (Ezequiel. 18:32)
                                                                       V. Ibáñez