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lunes, 30 de mayo de 2016

MARTA Y MARÍA

                                  MARTA Y MARÍA
                                 SERVIR  Ó  RECIBIR
                                 Lectura,  Lucas, 10:38/42
               
                La porción que se habrá leído, la he traído a nuestra reflexión por que encierra dos criterios sobre el significado de este episodio; algunos han pensado que aquí se trata de mostrar que las obras de caridad o amor al prójimo, no son suficientes, pues también se requiere la fe (Stg.2:18)
                Otros sugieren que este suceso manifiesta que una vida receptiva tiene cierta preeminencia sobre una vida activa; de ahí que me sugiere el titulo, Servir ó Recibir.
                Es bien evidente que una vida de servicio presupone aptitud, dedicación y entrega para tal caso; pues este servicio es de tal naturaleza que requiere dependencia constante y absoluta del Señor y al parecer María escogió la parte buena.
                Debo confesar que esta porción fue objeto de una exhortación, que en Diciembre del año 1972 pronuncie a la iglesia; pues a la sazón se había inaugurado la iglesia hermana en la barriada de Pubilla Casas, en (Hospitalet)-Barcelona y una intensa actividad se desarrollaba entre ambas iglesias; el servicio era muy a menudo y se corría el riesgo de que tanto los responsables como los ayudadores, pudiéramos correr el riesgo de agotarnos - en términos coloquiales- pudiéramos “quemarnos”. Esto fue el motivo de mi exhortación y que a continuación, juntando mis notas procuraré traer a vuestra reflexión.
                Principiare diciendo que estas dos hermanas se parecían en una cosa; ambas amaban a Jesús y eran amadas de él. (Jn.11:5)  La diferencia consistía en que para Marta lo principal era servir, mientras para María lo importante era el recibir las enseñanzas del maestro, manifestándose por el hecho de sentarse a sus pies y escuchar sus palabras.
                Muchos nos seguimos preguntando: ¿Qué es lo principal en la vida cristiana, servir ó recibir? El mismo Señor contesta definitivamente esta pregunta diciendo: “María ha escogido la buena parte,” porque mis queridos todos, sin recibir es imposible que le podamos servir, puesto que de la abundancia del corazón hablará nuestra boca y esa misma regla de abundante conocimiento, hará que no estemos ociosos; no podemos nos dice Stg. 1:22,  “ser oidores solamente sino también hacedores;” así que ambas cosas son importantes y se complementan entre sí, siendo en orden a prioridades el conocimiento de su palabra,  “como la buena parte”.
                Recordemos lo que el Señor Jesucristo les dijo a sus discípulos, cuando les dio la lección de humildad al lavarles los pies: “si sabéis estas cosas, bienaventurado seréis si las hiciereis” (Jn.13:17  así pues el orden es; saber (conocimiento) y hacer u obrar en consecuencia. Por consiguiente, esto es lo que no podemos perder de vista, ya que se corre el peligro de darnos a un servicio, sin darnos tiempo a recibir.
                I.- EL PELIGRO ACTUAL Y DE SIEMPRE
                El servir sin dar tiempo a recibir, implica un grave peligro para nuestra vida espiritual y de testimonio; sin duda que la lección que nuestro Señor Jesucristo nos quiere dar al avisar y prevenir a Marta, es que estemos vigilantes contra este peligro de turbarnos afanando muchas cosas.
                Podemos estar bien seguros que Cristo no usaría palabras de advertencia a Marta, si verdaderamente no fuera un peligro. Acaso estemos poseídos del espíritu de Marta y nos hallamos en una actividad vertiginosa y sin descanso, hasta el punto que nos falte tiempo para sentarnos a los pies del Señor nuestro maestro a recibir; nos hallamos tal vez como quien constantemente está haciendo gastos sin tener ingresos; no cabe duda que nos sobrevendrá necesariamente la bancarrota y muchos objetivamente damos muestra de ello.
                Es para prevenir la bancarrota espiritual del discípulo, predicador o enseñador y sus consecuencias en la iglesia, que levanta el Señor su dedo y nos dice: “una cosa es necesaria”  que te sientes a recibir, esto sí, a sus pies, pues no todo depende de lo que hacemos, sino de lo que recibimos de Él.
                II.-  COMO SE RECIBE
                Mejor que toda explicación, la escena nos la dibuja el texto de Luc. Vrs.39  “María sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra”  Esto implica una condición de tranquilidad y paz: ¿Como podemos recibir algo del Señor sin habernos tranquilizado el espíritu en su presencia? La meditación de su palabra, la oración constante y la comunión, es la mejor parte que podemos escoger si queremos que nuestro servicio y testimonio sea real e impregnado del espíritu.
                “ A los pies de Jesús” Esto es la buena parte y el secreto de una vida espiritual más profunda que no será quitada; podrán venir luchas continuas, desalientos y pruebas sin fin, pero sí estamos a los pies de Jesús no lucharemos solos puesto que él nos alentará y venceremos.  A los pies de Jesús implica que él habla y nosotros debemos escuchar, atención pues, porque él solo tiene palabras de vida eterna.
                III.-  ¿QUE PUES DEL SERVICIO O ACTIVIDAD
                Nadie podrá pensar que nuestro Señor Jesucristo, quiera dejar el servicio abandonado como inútil, él mismo nos dijo que vino para servir y no para ser servido. Lo que el Señor quiere y desea no es una actividad afanosa o la cantidad a realizar, sino mas bien la cualidad y la calidad sean el objetivo principal y no hagamos de nuestro ministerio, (como vulgarmente oigo, cumplir el expediente o compromiso) Porque en la condición humilde a sus pies, nacerá la verdadera voluntad de servir y en esa condición nos concederá sabiduría y gozo en el servicio, allí se nos proporcionará, poder y toda clase de recursos para que nuestro deposito rebose en abundancia y no entremos en bancarrota, y ante la prueba, sin duda, verán en nosotros profundidad espiritual.

“Cuando el corazón se siente lleno por la mano del Señor,
 se goza en imitarle, dando.”

                                                                                                              V. Ibáñez