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sábado, 13 de enero de 2018

EL DEBER, LA CONDUCTA Y EL CARÁCTER DEL CREYENTE

                      EL DEBER, LA CONDUCTA Y EL
                        CARÁCTER DEL CREYENTE
                                   Romanos. 12: 1-2
        “Os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis
         vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a
                        Dios que es vuestro culto racional. ….

            Con el capítulo11, llegamos a la terminación del contenido doctrinal de esta epístola.
            El ella el apóstol Pablo, ha anunciado el Evangelio de la  justificación por la fe, ó el camino de la salvación por el cual el pecador es reconciliado con Dios por la fe mediante Cristo.
            Hemos estado escuchando el gran argumento sobre la Justificación, (cap.1-5) la Santidad (cap.6-8) y la Redención final de Israel (cap.9-11)
            Ahora en estos capítulos 12 al 15, oímos la voz del apóstol anunciando el mensaje del Señor, (como consecuencia de sus conmiseraciones y como frutos de su Justicia relatados en los capítulos anteriores,)  sobre el deber, la conducta y el carácter del creyente.
            La Escritura, es decir, su Señor y Autor, no nos da el terrible don de un precepto aislado y en el vacío. Sus mandamientos descansan sobre una base de motivos convenientes y capacita al creyente que los tiene que guardar, con la potencia de una presencia viviente que reside en él por medio del Espíritu Santo. Esto lo hemos apreciado en esta epístola, como en la de los Efesios y Colosenses, donde son presentados hechos y verdades eternas, como deberes ó preceptos presentes.
            Así, el apóstol nos dice; como un creyente que ahora descansa en Dios y le ama y en quién Dios mora; (no solo en lo general, sino en lo particular)  debe y tiene que andar y agradar a Dios y cómo hacerlo. (1ª.Tes.4:1)
            Todo este capítulo, los siguientes y cada uno de los detalles expuestos, llegan a ser para el creyente, no solo asunto de deber, sino de posibilidades de conducta, de servicio y de esperanza en el carácter, por esa buena voluntad de Dios que nos ha de ser agradable y perfecta.
            Mientras tanto; no permita Dios que ese “enseñar” como “vivir” sea jamás dado por instructores o enseñadores imprudentes enseñando y predicando tan solamente los “privilegios” de un evangelio secularizado y sincrético, cargado de tintes sociales sin contenido moral y sí de “filosofías y vanas sutilezas” (Col.2:8) que no presupone una novedad de vida mediante el despojamiento de los pecados de la carne. Pablo enseñaba y predicaba un Evangelio de “novedad de vida” y se esforzaba en demostrar la vinculación existente entre la Salvación y la Santidad.
            Al acercarnos ahora a las reglas de santidad que tenemos en estos últimos capítulos, recordaremos que la Santidad es el propósito
y el resultado de todo el Evangelio; es en verdad una “evidencia de vida” es la expresión de vida, es la forma y la acción en que la vida nueva debe ser manifestada.
            I.- PRESENTAR VUESTROS CUERPOS EN SACRIFICIO
            Este primer versículo nos trae a la memoria el cap.6 de Romanos, vers. 10/13…Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado… antes presentaos a Dios como vivos de los muertos…y nuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.” Allí leemos por primera vez, que somos muertos con Cristo y que por eso ahora debemos andar también en novedad de vida, como vivos de los muertos.”
            Aquí, en este primer versículo, viene a corroborar lo mismo, pero el apóstol llama a esta “presentación” un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios; en contraste con los sacrificios del Antigua Testamento que se matada ó sacrificaba a la víctima. Pablo nos exhorta a que presentemos nuestros cuerpos a Dios como victimas vivientes: Las vestiduras y el incienso del templo desaparecen aquí, el creyente individualmente es a la vez, sacerdote, sacrificio y altar, se inmola así mismo al Señor en la expresión del apóstol, vive más no ya para sí mismo. Nosotros no morimos a nada sino al pecado y al mundo. 
            Sí, Pablo dice: “ofreced vuestros cuerpos,”  lo que supone evidentemente ante todo, es el sacrificio del espíritu y del corazón, es por decir; -utilizando el lenguaje del apóstol,- la totalidad del ser humano, (1ª.Tes.5:23) la vida entera en todas sus manifestaciones: Así concluimos que esta persona entera, completa, ha de volverse en un sacrificio vivo a Dios.
            ¿Y cómo puede el cuerpo volverse en un sacrificio? No más que haciendo lo que el Señor Jesucristo hizo: El, en los días de su carne, (Hbr.5:7) sirvió a los hombres, ordinariamente, solo por medio de su cuerpo, caminando hacia ellos, -no en consejo de malos, ni en camino de pecadores, ni reposando en silla de escarnecedores-, (Sal.1:1) hablando con los labios las palabras que son del Espíritu y Vida, sin engaño en su boca, presentándose ante el Mundo como obrero que no tiene de que avergonzarse (2ª.Tim.2:15) y a quien nadie lo podía redargüir de pecado.(Jn.8:46)
            Recordemos que no solo nuestra alma es salvada y pertenece a Dios, también nuestro cuerpo ha sido comprado a un precio muy alto (1ª. Cor.6:20 y 7:23) y todavía espera también su redención completa. ( Rom.8:23)  Con todo ello, quiero decir que un creyente es un hombre entre los hombres, pero correspondiendo al carácter de esta epístola es un hombre salvado, liberado, apartado del mundo y quien como tal se ha de manifestar en su andar (vivir) en su presencia, esto es, compuesto (1ª.Tim.3:2) cuidando de su compostura en vestir, en carácter, en personalidad, en su hablar, en sus diversas relaciones en las que se pueda hallar, sea en la iglesia ó en el mundo.  “Para que ya el tiempo que queda en la carne, viva, no a las concupiscencias de los hombres, sino a la voluntad de Dios” (1ª-Pdr.4:2)  Sin la entrega del cuerpo es decir, sin esa entrega: ¿Qué diferencia habría entre un hombre creyente que cree en su Salvador y otro hombre que no creyere? ¿Dónde estaríamos en cuanto a los demás hombres desde el punto de vista de Dios?
            No son pues, mandamientos o exigencias legales el terreno sobre el cual hemos sido colocados, sino como vivir y servir agradando a Dios, porque esto, según Pablo, es nuestro culto lógico, razonable o inteligente, y por lo tanto implica un servicio, un culto, que es digno o apropiado de una criatura racional sobre la cual se ha derramado la misericordia de Dios: Tal disposición de entrega es agradable a Dios y es y debe ser, nuestro verdadero culto espiritual de adoración ofrecida por mente y corazón sobre el altar, sacrificio y ofrenda viva de nuestro cuerpo; esta es sin duda la clave para la vida exterior de un creyente.
            II.NO OS CONFORMÉIS A ESTE SIGLO
                Con estas palabras el apóstol añade a la consagración personal a Dios, un segundo propósito, el guardarnos de las influencias del mundo; la santificación, (el sabernos separar del predominio del mundo)
            No basta caminar en separación para con el mundo exteriormente, al apóstol quiere que intervenga ahora, la razón, la inteligencia, el entendimiento y sentimientos; precisamos la continua renovación de todos y cada uno de estos valores expresados. (Efe.4:23)  “Renovaos en el espíritu de vuestra mente”
            Se trata de nuestro estado y vida interior, Pablo nos exhorta a vivir creciendo, transformados en un progresivo cambio intimo de conducta, por la renovación de nuestra mente de tal manera que podamos experimentar cual sea la voluntad de Dios, - la buena voluntad de Dios – que en tales condiciones nos ha de ser agradable.
Es un proceso -no una crisis – creced, vivir, reformaos, renovad vuestros entendimiento, no vivamos conforme a este siglo, (mundo) a esta edad que nos ha tocado vivir.
            No nos conformemos, esto es, no permitamos que el mundo a nuestro alrededor, nos meta dentro de su molde; permitamos que Dios forme de nuevo cada día nuestra mente desde lo más intimo de nuestro ser, para que nuestra actitud y postura no adopte o imite la moda y costumbres siempre pasajeras y cambiantes de este siglo.
            El origen de este proceso reformador y renovador, esta sin duda alguna en la liberación de nuestro cuerpo al serle entregado: Pablo nos hace un llamado exhortándonos a un santificarse (separarse)  progresivo de sí mismo y a un crecer constante dentro de la Gracia de Dios. (2ª.Pedr.3:18 – Ef.4:15)
            En proporción en que seamos “entregados” al Señor, en justa realidad, estaremos por su misericordia liberados para crecer y vivir según la aplicación que hagamos de la renovación de nuestra mente, a fin de poder experimentar su bendita voluntad. En 1ª.Cor.2:6 el apóstol Pablo nos dice que: “nosotros tenemos la mente de Cristo”  es decir, la capacidad de comprobar, apreciar ó discernir, cual sea la voluntad de Dios en relación al deber, la conducta y el carácter ante el mundo y la iglesia.
            III.-  CUAL SERÁ NUESTRA ACTITUD Y CONDUCTA
                Soy consciente del tema  tan delicado que estos versículos encierran con respecto a la consagración y santificación del creyente, y por todos los demás de los cap. 12 al 15 de esta epístola en relación
al deber, la conducta y el carácter de los hijos de Dios: Por consiguiente no trataré de exponer toda una tesis Novotestamentaria de cuáles han de ser nuestras relaciones y comportamientos en este siglo, mundo ó edad en que vivimos, porque sin duda discreparía de muchas opiniones y conductas que no han reparado en pensar o discernir, la clase de molde con la que tal vez puedan estar concebidas o moldeadas.
            La transformación de nuestra mente ó entendimiento, ha de ser progresiva – no para adecuarla a las costumbres y conductas de este mundo – sino bien claro lo expresa el autor de la Escritura; para que experimentemos cuál sea la buena voluntad de Dios” en otro lugar al apóstol escribe esta regla; “si pues coméis o bebéis ó hacéis otra cosa, hacerlo todo a Gloria de Dios” (1ª.Cor.10:31)
            El apóstol recuerda a los corintios en 2ª. 6:14/18  ciertos contrastes dignos de su lectura, para terminar diciendo: “Así que, amados, pues tenemos tales promesas, limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” 2ª.Cor.7:1
            Existen en la Santa Escritura, suficientes ejemplos de actitudes, de cómo no ha de ser nuestra relación y conducta en este mundo y que se escribieron  “para nuestra enseñanza” Rom.15:4, y a una de ellas quisiere referirme; por lo que os invito a leer en Génesis. 26:1/33  Esta historia real, tiene unas connotaciones aleccionadoras a las cuales me voy a referir, sin entrar en todos sus detalles.
            Isaac descendía a Egipto y fue el Señor quien le dijo: No desciendas, habita en esta tierra y seré contigo. Vers.2/3  Gerar era la ciudad fronteriza con Egipto donde residían los Filisteos y pertenecía a la Canaán prometida. Vers.3/4  Habitó pues Isaac en Gerar;  - aquí hallo Abraham dificultades y penas, lo mismo que Isaac su hijo; donde Abraham negó a su mujer, lo mismo hizo Isaac;-  esto demuestra el ambiente e influencia mala que ejercía aquel lugar. Vers.7
            Su situación allí no era nada halagüeña, fue arrastrado por las circunstancias, a altercados, riñas y envidias, fue adaptándose al molde o modelo de aquella sociedad, hallándose en una posición falsa; es cierto que el más mínimo desvío del camino derecho conduce a la debilidad espiritual: ¡Sí! es cierto que el Señor le dijo: “Habita en esta tierra” pero la actitud personal de negar y adaptarse en aquella sociedad fue personal; no obstante diré, que Dios da a veces órdenes morales adaptadas al estado espiritual en que nos encontramos, para llevarnos luego al justo aprecio y sentimiento de tal estado.  (Caso de Pedro, cuando negó al Señor) Sin embargo aquel año, “hallo ciento por uno y tuvo grande hato de ovejas, de vacas y gran apero de labranza”   
            El Señor le dijo “seré contigo”  y por lo que se desprende en las bendiciones, lo fue, pero las bendiciones que podamos disfrutar no prueban que nos hallemos en la condición deseada por Dios, hay para mí, una gran diferencia entre la bendición del Señor y su presencia.
            Fue necesario apartarse y salir de allí hasta Beerseba, y en ese apartarse y salir, fue cuando el Señor le dijo: ahora “Yo soy contigo” vers.24  no fue como antes, “seré” sino “yo soy contigo” algo real, fue preciso la separación, no tan solo para recibir la bendición del Señor, sino al Señor mismo.
            Desde el momento que diera el primer paso para salir, entra en el gozo de la presencia del Señor, adorándole y edificando un altar, hubo un cambio interior y exterior espiritual que como consecuencia del mismo, dan testimonio los mismos Filisteos habitantes de aquel lugar; viendo ahora lo que antes no vieron; “hemos visto vers.28 que Jehová es  (algo real) contigo” reconociéndole como “Tu ahora, bendito de Jehová” vers. 29  ¿Cómo es que disfrutando de tantas bendiciones, los Filisteos no vieron que Jehová estaba en él? Porque una cosa es la bendición y otra su presencia en nosotros: Es posibles disfrutar de las bendiciones del Señor, y nuestros conciudadanos no ver al Señor, ni en ellas, ni en nosotros.
            La historia de los hijos de Dios ofrece numerosos ejemplos del mismo género: Pablo nos exhorta por medio del sacrificio de nuestro cuerpo cual altar y ofrenda, a la adoración, a sentirnos con El  y en El, no solamente en la posición que nos ha colocado, sino en la condición moral del alma.
                                                                        V. Ibáñez