EL
DEBER, LA CONDUCTA Y EL
CARÁCTER DEL CREYENTE
Romanos.
12: 1-2
“Os ruego por las misericordias de Dios, que
presentéis
vuestros cuerpos en sacrificio vivo,
santo, agradable a
Dios que es vuestro
culto racional. ….
Con el capítulo11, llegamos a la
terminación del contenido doctrinal de esta epístola.
El ella el apóstol Pablo, ha
anunciado el Evangelio de la justificación por la fe, ó el camino de la salvación
por el cual el pecador es reconciliado con Dios por la fe mediante Cristo.
Hemos estado escuchando el gran
argumento sobre la Justificación, (cap.1-5) la Santidad (cap.6-8) y la
Redención final de Israel (cap.9-11)
Ahora en estos capítulos 12 al 15,
oímos la voz del apóstol anunciando el mensaje del Señor, (como consecuencia de
sus conmiseraciones y como frutos de su Justicia relatados en los capítulos
anteriores,) sobre el deber, la conducta
y el carácter del creyente.
La Escritura, es decir, su Señor y
Autor, no nos da el terrible don de un precepto aislado y en el vacío. Sus
mandamientos descansan sobre una base de motivos convenientes y capacita al
creyente que los tiene que guardar, con la potencia de una presencia viviente
que reside en él por medio del Espíritu Santo. Esto lo hemos apreciado en esta
epístola, como en la de los Efesios y Colosenses, donde son presentados hechos
y verdades eternas, como deberes ó preceptos presentes.
Así, el apóstol nos dice; como un
creyente que ahora descansa en Dios y le ama y en quién Dios mora; (no solo en
lo general, sino en lo particular) debe
y tiene que andar y agradar a Dios y cómo hacerlo. (1ª.Tes.4:1)
Todo este capítulo, los siguientes y
cada uno de los detalles expuestos, llegan a ser para el creyente, no solo
asunto de deber, sino de posibilidades de conducta, de servicio y de esperanza
en el carácter, por esa buena voluntad de Dios que nos ha de ser agradable y
perfecta.
Mientras tanto; no permita Dios que
ese “enseñar” como “vivir” sea jamás dado por instructores
o enseñadores imprudentes enseñando y predicando tan solamente los “privilegios” de un evangelio
secularizado y sincrético, cargado de tintes sociales sin contenido moral y sí
de “filosofías y vanas sutilezas” (Col.2:8)
que no presupone una novedad de vida mediante el despojamiento de los pecados
de la carne. Pablo enseñaba y predicaba un Evangelio de “novedad de vida” y se esforzaba en demostrar la vinculación
existente entre la Salvación y la Santidad.
Al acercarnos ahora a las reglas de
santidad que tenemos en estos últimos capítulos, recordaremos que la Santidad
es el propósito
y
el resultado de todo el Evangelio; es en verdad una “evidencia de vida” es la expresión de vida, es la forma y la
acción en que la vida nueva debe ser manifestada.
I.-
PRESENTAR
VUESTROS CUERPOS EN SACRIFICIO
Este primer versículo nos trae a la
memoria el cap.6 de Romanos, vers. 10/13…”
Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado… antes presentaos a Dios como
vivos de los muertos…y nuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.”
Allí leemos por primera vez, que somos muertos con Cristo y que por eso
ahora debemos andar también en novedad de vida, “como vivos de los muertos.”
Aquí, en este primer versículo,
viene a corroborar lo mismo, pero el apóstol llama a esta “presentación” un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios; en
contraste con los sacrificios del Antigua Testamento que se matada ó
sacrificaba a la víctima. Pablo nos exhorta a que presentemos nuestros cuerpos
a Dios como victimas vivientes: Las vestiduras y el incienso del templo
desaparecen aquí, el creyente individualmente es a la vez, sacerdote,
sacrificio y altar, se inmola así mismo al Señor en la expresión del apóstol,
vive más no ya para sí mismo. Nosotros no morimos a nada sino al pecado y al
mundo.
Sí, Pablo dice: “ofreced vuestros cuerpos,”
lo que supone evidentemente ante todo, es el sacrificio del espíritu y
del corazón, es por decir; -utilizando el lenguaje del apóstol,- la totalidad
del ser humano, (1ª.Tes.5:23) la vida entera en todas sus manifestaciones: Así
concluimos que esta persona entera, completa, ha de volverse en un sacrificio
vivo a Dios.
¿Y cómo puede el cuerpo volverse en
un sacrificio? No más que haciendo lo que el Señor Jesucristo hizo: El, en los
días de su carne, (Hbr.5:7) sirvió a los hombres, ordinariamente, solo por medio
de su cuerpo, caminando hacia ellos, -no en consejo de malos, ni en camino de
pecadores, ni reposando en silla de escarnecedores-, (Sal.1:1) hablando con los
labios las palabras que son del Espíritu y Vida, sin engaño en su boca,
presentándose ante el Mundo como obrero que no tiene de que avergonzarse
(2ª.Tim.2:15) y a quien nadie lo podía redargüir de pecado.(Jn.8:46)
Recordemos que no solo nuestra alma
es salvada y pertenece a Dios, también nuestro cuerpo ha sido comprado a un
precio muy alto (1ª. Cor.6:20 y 7:23) y todavía espera también su redención
completa. ( Rom.8:23) Con todo ello,
quiero decir que un creyente es un hombre entre los hombres, pero
correspondiendo al carácter de esta epístola es un hombre salvado, liberado,
apartado del mundo y quien como tal se ha de manifestar en su andar (vivir) en
su presencia, esto es, compuesto (1ª.Tim.3:2) cuidando de su compostura en
vestir, en carácter, en personalidad, en su hablar, en sus diversas relaciones
en las que se pueda hallar, sea en la iglesia ó en el mundo. “Para
que ya el tiempo que queda en la carne, viva, no a las concupiscencias de los
hombres, sino a la voluntad de Dios” (1ª-Pdr.4:2) Sin la entrega del cuerpo es decir, sin esa
entrega: ¿Qué diferencia habría entre un hombre creyente que cree en su
Salvador y otro hombre que no creyere? ¿Dónde estaríamos en cuanto a los demás
hombres desde el punto de vista de Dios?
No son pues, mandamientos o
exigencias legales el terreno sobre el cual hemos sido colocados, sino como
vivir y servir agradando a Dios, porque esto, según Pablo, es nuestro culto
lógico, razonable o inteligente, y por lo tanto implica un servicio, un culto,
que es digno o apropiado de una criatura racional sobre la cual se ha derramado
la misericordia de Dios: Tal disposición de entrega es agradable a Dios y es y
debe ser, nuestro verdadero culto espiritual de adoración ofrecida por mente y
corazón sobre el altar, sacrificio y ofrenda viva de nuestro cuerpo; esta es
sin duda la clave para la vida exterior de un creyente.
II. – NO
OS CONFORMÉIS A ESTE SIGLO
Con estas palabras el apóstol
añade a la consagración personal a Dios, un segundo propósito, el guardarnos de
las influencias del mundo; la santificación, (el sabernos separar del
predominio del mundo)
No basta caminar en separación para
con el mundo exteriormente, al apóstol quiere que intervenga ahora, la razón,
la inteligencia, el entendimiento y sentimientos; precisamos la continua
renovación de todos y cada uno de estos valores expresados. (Efe.4:23) “Renovaos
en el espíritu de vuestra mente”
Se trata de nuestro estado y vida
interior, Pablo nos exhorta a vivir creciendo, transformados en un progresivo
cambio intimo de conducta, por la renovación de nuestra mente de tal manera que
podamos experimentar cual sea la voluntad de Dios, - la buena voluntad de Dios
– que en tales condiciones nos ha de ser agradable.
Es
un proceso -no una crisis – creced, vivir, reformaos, renovad vuestros
entendimiento, no vivamos conforme a este siglo, (mundo) a esta edad que nos ha
tocado vivir.
No nos conformemos, esto es, no
permitamos que el mundo a nuestro alrededor, nos meta dentro de su molde;
permitamos que Dios forme de nuevo cada día nuestra mente desde lo más intimo
de nuestro ser, para que nuestra actitud y postura no adopte o imite la moda y
costumbres siempre pasajeras y cambiantes de este siglo.
El origen de este proceso reformador
y renovador, esta sin duda alguna en la liberación de nuestro cuerpo al serle
entregado: Pablo nos hace un llamado exhortándonos a un santificarse
(separarse) progresivo de sí mismo y a
un crecer constante dentro de la Gracia de Dios. (2ª.Pedr.3:18 – Ef.4:15)
En proporción en que seamos “entregados” al Señor, en justa
realidad, estaremos por su misericordia liberados para crecer y vivir según la
aplicación que hagamos de la renovación de nuestra mente, a fin de poder
experimentar su bendita voluntad. En 1ª.Cor.2:6 el apóstol Pablo nos dice que: “nosotros tenemos la mente de Cristo” es decir, la capacidad de comprobar, apreciar
ó discernir, cual sea la voluntad de Dios en relación al deber, la conducta y
el carácter ante el mundo y la iglesia.
III.- CUAL SERÁ NUESTRA ACTITUD Y CONDUCTA
Soy consciente del tema tan delicado que estos versículos encierran
con respecto a la consagración y santificación del creyente, y por todos los
demás de los cap. 12 al 15 de esta epístola en relación
al
deber, la conducta y el carácter de los hijos de Dios: Por consiguiente no
trataré de exponer toda una tesis Novotestamentaria de cuáles han de ser
nuestras relaciones y comportamientos en este siglo, mundo ó edad en que
vivimos, porque sin duda discreparía de muchas opiniones y conductas que no han
reparado en pensar o discernir, la clase de molde con la que tal vez puedan
estar concebidas o moldeadas.
La transformación de nuestra mente ó
entendimiento, ha de ser progresiva – no para adecuarla a las costumbres y
conductas de este mundo – sino bien claro lo expresa el autor de la Escritura;
“para que experimentemos cuál sea la
buena voluntad de Dios” en otro lugar al apóstol escribe esta regla; “si pues coméis o bebéis ó hacéis otra cosa,
hacerlo todo a Gloria de Dios” (1ª.Cor.10:31)
El apóstol recuerda a los corintios
en 2ª. 6:14/18 ciertos contrastes dignos
de su lectura, para terminar diciendo:
“Así que, amados, pues tenemos tales promesas, limpiémonos de toda inmundicia
de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.”
2ª.Cor.7:1
Existen en la Santa Escritura,
suficientes ejemplos de actitudes, de cómo no ha de ser nuestra relación y
conducta en este mundo y que se escribieron
“para nuestra enseñanza” Rom.15:4,
y a una de ellas quisiere referirme; por lo que os invito a leer en Génesis.
26:1/33 Esta historia real, tiene unas connotaciones
aleccionadoras a las cuales me voy a referir, sin entrar en todos sus detalles.
Isaac descendía a Egipto y fue el
Señor quien le dijo: “No
desciendas, habita en esta tierra y seré
contigo. Vers.2/3 Gerar era la
ciudad fronteriza con Egipto donde residían los Filisteos y pertenecía a la
Canaán prometida. Vers.3/4 Habitó pues
Isaac en Gerar; - aquí hallo Abraham
dificultades y penas, lo mismo que Isaac su hijo; donde Abraham negó a su
mujer, lo mismo hizo Isaac;- esto
demuestra el ambiente e influencia mala que ejercía aquel lugar. Vers.7
Su situación allí no era nada
halagüeña, fue arrastrado por las circunstancias, a altercados, riñas y
envidias, fue adaptándose al molde o modelo de aquella sociedad, hallándose en
una posición falsa; es cierto que el más mínimo desvío del camino derecho
conduce a la debilidad espiritual: ¡Sí! es cierto que el Señor le dijo: “Habita en esta tierra” pero la actitud
personal de negar y adaptarse en aquella sociedad fue personal; no obstante
diré, que Dios da a veces órdenes morales adaptadas al estado espiritual en que
nos encontramos, para llevarnos luego al justo aprecio y sentimiento de tal
estado. (Caso de Pedro, cuando negó al
Señor) Sin embargo aquel año, “hallo
ciento por uno y tuvo grande hato de ovejas, de vacas y gran apero de
labranza”
El Señor le dijo “seré
contigo” y por lo que se
desprende en las bendiciones, lo fue, pero las bendiciones que podamos
disfrutar no prueban que nos hallemos en la condición deseada por Dios, hay
para mí, una gran diferencia entre la bendición del Señor y su presencia.
Fue necesario apartarse y salir de
allí hasta Beerseba, y en ese apartarse y salir, fue cuando el Señor le dijo: ahora
“Yo
soy contigo” vers.24 no fue como
antes, “seré” sino “yo soy contigo” algo real, fue
preciso la separación, no tan solo para recibir la bendición del Señor, sino al
Señor mismo.
Desde el momento que diera el primer
paso para salir, entra en el gozo de la presencia del Señor, adorándole y
edificando un altar, hubo un cambio interior y exterior espiritual que como
consecuencia del mismo, dan testimonio los mismos Filisteos habitantes de aquel
lugar; viendo ahora lo que antes no vieron; “hemos visto vers.28 que
Jehová es (algo real) contigo”
reconociéndole como “Tu ahora, bendito de Jehová” vers. 29 ¿Cómo es que disfrutando de
tantas bendiciones, los Filisteos no vieron que Jehová estaba en él? Porque una
cosa es la bendición y otra su presencia en nosotros: Es posibles disfrutar de
las bendiciones del Señor, y nuestros conciudadanos no ver al Señor, ni en
ellas, ni en nosotros.
La historia de los hijos de Dios
ofrece numerosos ejemplos del mismo género: Pablo nos exhorta por medio del
sacrificio de nuestro cuerpo cual altar y ofrenda, a la adoración, a sentirnos
con El y en El, no solamente en la
posición que nos ha colocado, sino en la condición moral del alma.
V. Ibáñez