HECHAD TODA VUESTRA ANSIEDAD SOBRE ÉL
Lectura 1ª.
Pedro. 5:6/11
Texto: 1ª. Pedro. 5:7
“echando toda
vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros."
Mis queridos amigos, lectores y hermanos en la fe que
es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Las circunstancias de esta vida, nos
ha llevado de una forma u otra a vernos constantemente involucrados en
situaciones que la propia carne trae consigo, toda vez que como dice el Señor;
la carne está enferma y por esta causa no
somos ajenos al
dolor, a las enfermedades y a toda suerte de vicisitudes que como débiles en
ella afectan de una manera u otra nuestro estado emocional, y porque no,
nuestro estado espiritual cuestionándonos el
¿Por
qué?
Que el Señor nos ayude a aplicar su
verdad en nuestro corazón, para que podamos caminar a través de tanta vicisitud
y prueba, ante la plena y escudriñadora luz de la verdad de Dios.
No cabe la menor duda que tocante a
estas circunstancias cada cual siente su vacío y dolor, y que altera moralmente
nuestra carne y afecto depresivo. Creedme que lo comprendo; porque la idoneidad
y el hijo dado por Dios dejan un profundo vacío cuando esta o este falta; y es
muy cierto que esto ocurra así, ya que en ocasiones el consuelo se nos hace
pobre y la resignación débil: Marta se expresaba más o menos con estos mismos
términos diciendo al Maestro: “Señor, sí hubieses estado aquí, mi hermano
no hubiera muerto (Jn.11:21)
Tal es la expresión natural de la
carne; he visto el dolor corporal que arrancaban en hermanos preguntas como
estas: ¿Por qué a mí Señor? ¿No llevaste tú nuestras enfermedades, no soy tu
hijo, hasta cuando Señor? Y esto es muy
evidente por la aguda angustia que proporciona el dolor y la impotencia de
quien así padece. Job. 3:3 lo expreso de
esta forma: “Perezca el día en que yo nací”
No obstante la experiencia del Apóstol puede ser muy edificante y
consoladora en todos estos casos al decirnos: ¿quién nos apartará del amor de
Dios?...(Ro.8:35/39)
Así que, debemos traer siempre a
nuestra memoria y no dudar nunca de la posición en que nos ha colocado la
Gracia de Dios en Cristo: “vuestra vida está escondida con Cristo en
Dios” (Col.3:3/4) Y de todos es
sabido que las Escrituras nos alientan a presentar nuestras peticiones delante
del trono de la Gracia de Dios, y se nos antoja como que nos parece que Dios no
nos oye; cuando el espíritu nos recomienda que “por nada estemos afanosos, sino
que sean conocidas nuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego,
con acción de gracias” (Fil.4:6) ¡Eh aquí el fondo de la cuestión,! Que
nuestras peticiones siempre han de estar supeditadas a un estado de absoluta
dependencia de Dios. ¿Seremos tan torpes y cortos de vista que apenas podamos
ver que en todas y cada una de nuestras tribulaciones Dios busca en nosotros
hacernos testigos de su dependencia? Podrá disciplinarnos pero será para
obtener de nosotros, en nuestra debilidad fortaleza con benditos resultados en
beneficios salvíficos, no tan solo para
nosotros sino también para los demás.
Supeditados a su dependencia
Debo confesar que el tema es muy
complejo y necesita mucha más meditación; (Estas son algunas de las meditaciones
y reflexiones mantenidas con mi esposa durante su larga enfermedad de cerca de
20 años por un cáncer detrás de otro) pero me impulsa un deseo de poder ser de
ayuda y clarificar en lo posible a sosegar ciertos corazones atribulados por
causa de enfermedad, depresión, debilidad espiritual y por el profundo vacío que
deja la pérdida de un ser querido. Y
esta es mi pobre reflexión: ¿Es el enfermo para el médico o el medido para el
enfermo? porque si el enfermo es para el médico ¿Sabrá el enfermo decirle al
médico cual es el remedio para su enfermedad? Mis queridos amigos y hermanos;
quien sabe el remedio para nuestra enfermedad es el médico y no el paciente, y
permitirme que os diga que pedimos al médico divino lo que nosotros creemos que
nos va a ir bien y no nos sujetamos a su plena voluntad y dependencia.
Fijémonos lo que leemos en 2ª.
Cor.12:7/9 Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase
desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que
me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres
veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia;
porque mi poder se perfecciona en la debilidad.
Y pregunto, ¿Cómo es
que el apóstol Pablo pidió que se le quitara el mensajero de Satanás y no
recibió? En su ruego no fue escuchado, rogó, imploro por tres veces pedía la
medicina que él creía le convenía, pero Dios sabe la enfermedad verdaderamente
que le agrava “Bástate mi gracia” fue su medicina; así podemos decir que no
fue oído conforme a su propia voluntad, y sin embargo lo fue para su salvación
y propósitos divinos.
No podemos escudriñar los arcanos de
Dios, pero sí podemos reflexionar sobre los hechos históricos que por su gracia
e infinita misericordia nos ha dejado en su palabra escrita para nuestra admonición. Leemos en el Salmo 22:1/2 y encontramos el espíritu de Cristo en su
clamor: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan
lejos de mi salvación, y de las palabras de mí clamor? El no fue oído
para nuestra salvación y cuando deseaba fervientemente que “pasara de él aquel vaso de
amargura,” consciente de su voluntad la pospuso a que fuera la voluntad
del Padre. No olvidemos hermanos que
Cristo
fue tentado en todo según nuestra
semejanza, (Hbr.4:15) y que la
prueba en la
Tentación de Cristo,
estaba dirigida a que usara de sus atributos divinos; nuestra prueba y
tentación es para que usemos nuestros recursos humanos.
El
tiene cuidado de nosotros
Somos exhortados por el apóstol Pedro a que nos Humillémonos, bajo la poderosa mano de Dios,
para que él nos exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre
él, porque él tiene cuidado de vosotros, (1ª. Pdr.5:6/7) Y esto es muy importante para nosotros, puesto
que si esto no fuera así, ¿Cómo podíamos ser testigos de su dependencia? Así
qué, si
soportamos la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿Qué hijo es aquel
a quien el padre no disciplina? (Hbr.12:7)
Os había dicho que este es un asunto muy complejo, y
toda mi intención ha estado destinada a que comprendamos la importancia que
tiene a que nos ajustemos en todo a su voluntad y dependencia, esto dicho así;
parece muy sencillo
pero soy consciente
que no lo es tanto para los atribulados;
por otra parte no debemos dar ocasión en nuestro dolor a desmayar y a
poner en duda, que todas las cosas nos ayudan a
bien. (Ro.8:28) No podemos andar dudando apoyándonos y en ocasiones
escudándonos en nuestras debilidades por una enfermiza carne, esto sería muy
peligroso y nos podía ocurrir
y en esto tendréis
vuestra propia experiencia; de haber usado algún calzado que nos apretara o
frotara alguna parte del pie, y nos damos cuenta como la propia naturaleza
desarrolla en esa parte una cubierta de piel que va endureciéndose protegiendo
así la carne más tierna, hasta que se produce una duricia para siempre dolorosas.
Hermanos y amigos, se trata de no
justificarnos así de lo que ha sido nuestra desasosegada voluntad y no por
querer excusarnos en una carne débil vayamos adquiriendo un doloroso callo, que
como parte de nuestra carne dependamos
en nuestro andar más
de él que de la plena voluntad y dependencia de nuestro Dios.
Por consiguiente no desmayemos, Dios
nos ha dado por su Espíritu recursos suficientes para depositar en él toda nuestra
dependencia, sabiendo de antemano que él conoce el intento de nuestro corazón. Y de igual manera el espíritu nos ayuda en
nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero
el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Más el que escudriña
los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la
voluntad de Dios intercede por los santos.(Ro.8:26/7)
Esta ha sido mi reflexión, sobre la
duda que ha nuestra mente trae como interrogantes los muchos ¿Por qué?
Y quisiera haber sido de ayuda para los corazones que pasan o han pasado
por alguna de las experiencias dolorosas que se sufren en la carne.
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de toda consolación el cual nos
consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros
consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación
con que nosotros somos consolados por Dios. (2ª.Cor.1:3/4)
V. Ibáñez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por su visita a este blogg. Si le gustado puede dejar su comentario.